domingo, 9 de agosto de 2009

ACTOS A PROPÓSITO


Hoy me han preguntado qué significa exactamente el término "actos a poropósito". Pues ahora mismo me dispongo a transcribir unas palabras del libro de Víctor Sánchez "Las Enseñanzas de Don Carlos". Escribir ciertos textos me permite volver a conectarme de nuevo con el intento que llevo en mi vida. Hoy, mientras leía lo que ahora mismo voy a plasmar en esta entrada, me he sentido, de nuevo, eufórica, vibrante, guerrera... he despertado ciertas partes que estaban adormecidas. Para mí es un regalo, volver a la desestructuración consciente y juguetona de mi ego y a actuar a propósito. Espero que les sirva.


El acto a propósito. Pág. 124

Podemos actuar fuera de la descripción. En esencia, cualquier acto realizado por una persona, que no sea acorde al contenido de la descripción a la que llamas "yo" es un "no-hacer del yo personal", el cual es susceptible de llevarse a cabo (...) Se nos ha entrenado para considerar al ego como nuestra única realidad, a creer que de verdad somos "eso" y que lo seguiremos siendo hasta el final. Hemos olvidado que no simepre lo fuimos. Hemos olvidado que alguna vez fuimos "sin forma" y que eso nos permitía asombrarnos, sentir cada cosa y cada ser como un descubrimiento, un misterio. Se nos olvidó el misterio de nosotros mismos y el misterio del mundo, porque aprendimos a creer que éramos algo definido y delimitado (el ego) y lo mismo hicimos con el mundo y con los demás y así logramos darle vigencia al hechizo de magia negra que es la vida del hombre moderno: reducir lo inconcebible, el misterio y el asombro de estar vivos, a una tontería. Y a una tontería aburrida. Nos metimos en una prisión y le llamamos "yo" ¡Qué maravilla! He ahí un hombre con "personalidad".

Pero les tengo noticias.
No estamos condenados a vivir por siempre atrapados en esa descripción.
Podemos desestructurarnos.
Podemos borrar la historia personal.
Podemos ser libres otra
vez.

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Uno de las técnicas o actos a propósito que se proponen para desestructurar al guerrero es el "arte del acecho", que bien puede considerarse como "el arte de reinventarse a uno mismo" (cita su autor). De hecho, lo que hoy me interesa proponer aquí es lo que sigue en las págs 126 y 127, sobre tomar conciencia de la propia muerte.

La conciencia de la muerte.

En las llamadas sociedades modernos, uno de los haceres centrales sobre los que descansa la construcción del ego de los individuos, y por extensión la construcción del "ego" de la sociedad, es la negación a la muerte. Se nos entrena desde muy pequeños para olvidar que vamos a morir. Ese olvido naturalmente alivia parte de nuestro aprendido miedo a los desconocido, pero nos cobra el altísimo precio de hacernos también olvidar la naturaleza mágica de la vida. La negación social de la muerte es un rasgo particular de la cultura europea y sus ámbitos de dominación. Pero no es en modo alguno universal. Los pueblos precolombinos en general y los antiguos toltecas en particular, hicieron de la conciencia de la muerte uno de los valores básicos que regían su vida, tanto en lo social como en lo individual (...). Nos creemos inmortales (...) La importancia personal sólo es posible si nos sentimos inmortales. Los haceres más comunes de un inmortal se revelan como verdaderas monstruosidades a la luz de nuestra mortalidad. Porque nos sentimos inmortales nos permitimos:

-Postergar para una mañana inexistente las decisiones y acciones que sólo hoy podríamos ejecutar.
-Reprimir nuestros afectos, negándonos a expresarlos, olvidando que el único tiempo para tocar, acariciar y encontrarse es un hoy, que en cualquier caso será muy breve.
-No apreciar la belleza y aprender a verlo todo "feo". (Imaginemos la belleza de una flor, para el que nunca más podrá verla).
-Defender nuestra imagen.
-Abandonarnos a sentimientos de odio, rencor, ofensa y mezquindades varias.
-Preocuparnos por pequeñeces hasta el punto de la depresión y la angustia.
-Nos quejamos, somos impacientes, nos sentimos derrotados, etc.


Un mortal consciente no se puede permitir semejante desperdicio de su tiempo único, breve e irrepetible sobre la tierra. Por eso un mortal consciente es un guerrero, que hace de cada acto un desafío. (...) Naturalmente, los actos de un ser que -a la luz de su muerte inminente- está dando lo mejor de sí mismo en cada acto, tienen un poder especial.

Piensen en ello. La muerte es buena consejera.

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