domingo, 23 de mayo de 2010

Soltarlo

Bonita y alegre es esta canción de Claudia Gómez, una colombiana afincada en Madrid. Debajo está el link para poder escucharla.




Soltarlo, dejarlo ir
Que vuele
Que encuentre su propia voz
Ya no me pertenece a mí
Yo se lo dejo a él

Soltarlo al aire dejar salir
Del pecho este sentimiento
Que en mi murió
Yo ya vi mi sol nacer
Y hoy vuelve a amanecer

Volver a comenzar en la vida
Mirando un cielo azul
Con fe y con mi poder
Con todo el corazón
Llevando esta canción por la vida

domingo, 16 de mayo de 2010

Mensajes en lo simple y lo ordinario. Acecho de lo cotidiano.

***

Es difícil estar sorda... es una sensación que nunca había experimentado de forma tan prolongada. La sordera y el dolor en el entrecejo y los oídos se han hecho presentes durante más de 10 días... y todavía continúo, pero sobre todo, sorda. Una se pregunta ¿qué es lo que no quiere escuchar?... y me hace falta refexión y ver las cosas desde el exterior.

Existen ciertos porqués que podrían encajar ahí... como el no querer darme cuenta o no querer asumir algo que se está moviendo y mi cuerpo me lo está comunicando. Por otra parte, me pregunto: ¿por qué tengo la necesidad de experimentar este aislamiento del ruido, del griterío, de las palabras habladas?

La gente de mi alrededor no se da cuenta, pero hago un gran esfuerzo para intentar entender lo que me dicen. Los niños y niñas con los que trabajo... es curioso... pero lo voy llevando con ellos porque tenemos una conexión y nos entendemos, aunque hay veces que no decodifico lo que me dicen y salto por peteneras...Entonces es jodido: una se da cuenta de lo importante que es la palabra hablada. Mis salidas pueden provocar risa, sorpresa.... "esta maestra está un poco loca...y sorda" deben de pensar. Hay un niño, en la escuela dónde trabajo, que es sordo y lleva un implante coclear (así que con semejante aparatucho insertado en su cabeza... algo oye.. supuestamente). Es precioso, bastante salvaje e inadaptado... un intento de integración en un grupo de chavales sin deficiencias físicas. Estos días, no hago más que mirarlo, en el recreo, por os pasillos... ¡quiero abrazarlo!; no hago más que recordarlo en mis pensamientos... porque me identifico con él.. y estar así, es como tener una caja de hojalata en la cabeza... y se te quitan las ganas de querer comunicarte con los demás porque es como si estuvises en otra frecuencia. El mundo se ve y se escucha de otra forma. Lo que noto, como novedad, es mi corazón latir a todas horas y el agua de la ducha de amplifica cuando choca contra los omóplatos, la cabeza, la espalda... es como estar debajo de una gran cascada...

"Mujer cueva"... "Mujer de hojalata"... "Mujer descansando"... "Mujer inadaptada"... palabras que emergen de la conciencia y revolotean a mi alrededor...

Paralelo a este proceso, que dura ya mucho, he descubierto que estoy venciendo mi aversión a los parásitos. Por ejemplo, las garrapatas hacen que me ponga nerviosa.... segrego más saliva... doy grititos si veo que tengo una subiendo por la pierna o el brazo... pero ya me voy haciendo a cogerlas. Ya hace un par de añitos que se las saco a mis perros, a los gatos, con aceite de oliva... Antes, siempre tenía que llamar a Juan Vicente porque yo no me atrevía... El sólo hecho de tomar contacto directo con la garrapata me producía una especie de temor, y tiraba de "ayuda masculina" (¡cuánto rol!, ¡cuánta tontería!).

Y las pulgas... Eso está siendo otra pequeña batalla. Tobillos, pantorrillas y caderas han sido el blanco de algunas pulgas. Unas grandes, otras pequeñas... y están en casa... y no las erradicamos. Pero hace dos días, me saqué una pulga de la cabeza. Se había ensañado y la noté caminar por el flequillo mientras le daba el pecho al pequeño Jairo. Con dos dedos la cogí, la arrastré por el cabello y con mis uñas, la reventé en dos. Este acto puede parecer nimio e insignificante... pero, para mí, es revelador porque nunca antes había tomado un contacto tan directo con la pulga: piel con piel para matarla con absoluta convicción. Días atrás vigilaba con la linterna el colchón, las almohadas, el sofá, y con un trocito de cinta de carrocero, si veía una, la enganchaba. Realmente es un invento "made in Inés" que funciona muy bien. La pulga queda enganchada y puedes observar el cuerpo, el tamaño, las patitas. Por las noches, alumbro con la linterna las telarañas porque, en alguna ocasión, he podido observar como una pulga que antes se había ensañado conmigo, había quedado atrapada en una viscosa tela de araña. Es interesante ver como el arácnido la observa pacientemente y tarda horas, incluso días, en decidir envolverla o zampársela. Todo ello, se observa, con una simple linterna... en el silencio de la noche, y para mí es un aprendizaje importante.

La cuestión es que desde que supe que podía cazar las pulgas con la cinta pegajosa y cacé la primera pulga... empecé a perder esa ojeriza a los "chupópteros"... ¡y el poder matarla ya con los dedos!... ha sido subir un peldaño más. No quiero matar, pero detrás de esto hay una especie de "¡te he cazado cabrona!".

¿Qué querrán mostrarme todos estos detalles? La verdad es que todo está conectado. A parte de todo esto, hace dos días un animal se llevó a nuestro patito. No sabemos qué animal. Debe de ser pequeño, a juzgar por el tamaño del agujero que excavó en entre el alambre y el suelo. Antes de ir a trabajar me dirigí al huerto, dónde estaba el pato: -patito!, patito!... Y el patito no estaba. Y lo curioso es que no hay rastro de plumas, sangre.... nada en metros a la redonda. Es como si el pato se hubiese esfumado, aunque sé que se lo llevó un animal -y no creo que fuera la garduña, porque ésta chupa la sangre y deja el cadáver-. No hice más que pensar en el pato todo el día. Había una confrontación entre viejas pautas de pensamiento y nuevas. Por una parte, quería sentirme culpable por no haber "protegido al pato lo suficiente", y por otra, estaba tranquila, sabiendo que iba a suceder lo que ya había intuído, lo que no se podía parar: el pato iba a ser alimento para otro depredador. Quisiera yo o no quisiera, eso iba a suceder. Sí, ya había intuído que ese gallinero no era seguro y no dije nada "por no molestar" (otra creencia más que se repite una y otra vez) -aunque no hubiese salvado al pato porque ya estaba sentenciado-. Sí, lo intuí conscientemente y de manera inconsciente porque tuve un sueño, la noche anterior, que me dejó "pasmada", "enérgica", "misteriosa", "tranquila"... Un sueño del que todavía estoy tratando de obtener información y que voy a contar en otra entrada.

La muerte, el parásito, el alimento.... todo gira en torno a ello... pero ¿la sordera? ¿dónde encaja mi tema con la sordera? Creo que tiene que ver con el aislamiento...y el dolor... con la culpa.

El dibujo es de Toni Martín.

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