En cada paso, cada movimiento, cada respiración... intento poner mi atención. A veces tengo un ruido tremendo en la cabeza que consigo calmar agarrando piedras, caminando y dejando que el aire me acaricie, o poniendo las manos en mi vientre. Me invade un halo de alegría y, a la vez, de tristeza. No converso en exceso, más bien escucho... y es increíble el darme cuenta de tantísimas cosas... Estaría, ahora mismo, en una etapa de "claridad", más parecida a las que describen Don Juan y Don Genaro, pero con cierta nostalgia y apego a las personas queridas, al ser que va a llegar, y a aquellos que anuncian que les queda poco en este mundo. El otro día, conversando con unos amig@s que nos vinieron a visitar, recordé un suceso del que no me acordaba y comprendí, que aún siendo humanos, no lo somos. Es difícil de explicar pero esta idea me ha rondado una y otra vez desde entonces.
En una ocasión, alcancé un estado en el que no existía emoción alguna, más bien, una especie de poder o de amor más allá del amor conocido. Me sentía de otro mundo o quizá... algo así como un animal. Lo considero un regalo que se me hizo en aquel momento y, desde que he vuelto a recordar este hecho, me planteo si somos un experimento, a la vez que me maravillo al pensar que somos libres de escoger y crear todo aquello que queremos para nuestras vidas. Las emociones nos permiten caminar por esta percepción, pero en el fondo, no están. Es raro. Cuando te mueras, no estarán. Cuando te sientas energía, esencia, fuente... no estarán. Están y no están. Tonal y Nagual.
El estado de "no mente", que los hinduístas llaman Samadhi, cuando la mente humana se retira y el Ser queda. Qué hermoso post, Inés, tan bello como tu mirar y tu barriga llena de vida. Besos silenciosos.
ResponderEliminarQué curiosa eres Ananda... Tus palabras han hecho estallar un llanto espontáneo de agradecimiento o conexión. Gracias y bendiciones. Te siento ahí, al ladito. Ahó!
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