viernes, 17 de febrero de 2012

La importancia, de nuevo, de las creencias

José Cotuá Valdés analiza en las páginas 30, 31, 32 y 33 de su libro: Chamanismo y Antropología, un asunto interesante: la importancia de entender las promesas, los acuerdos tomados en el pasado y la capacidad de "ver", entendida esta como percibir la esencia de las cosas del mundo, es decir, desarrollar una dimensión de percepción distinta a la tridimensional.

Como a eso es a lo que aspiro, aunque ahora esté totalmente anclada en el tonal, quería compartir este fragmento de texto. Hace unos meses que JuanVi me lo leyó y todavía resuena en mi interior... y más porque me hizo recordar de forma muy clara una situación de mi temprana adolescencia en la que una servidora era la pequeña tirana "golfilla punk" que puteaba a otra niña por "pija". Y sé que hay mucho más que revivir y sanar sobre otros acontecimientos en los que, por contra, yo era la puteada, la humillada, la resignada... y no sólo en la adolescencia, sino en la niñez y en pubertad más tardía.

En estos días en los que la crianza me lleva al límite de mis fuerzas físicas y mentales, todo parece girar como en un tiovivo y, a veces, miedos y proyecciones conviven haciéndome perder más energía todavía. Así que ahí continuamos en el camino, como podemos...

El texto que os quiero compartir dice así:

El comportamiento y las actitudes de Castaneda no encajaban en el contexto indígena, y, no obstante, poseía solidez interna que lo hacía apto para el aprendizaje a chamán. Eso explica por qué confundió a hombres de conocimiento como a Genaro, Vicente y al mismo Sacateca. Es más, el propio don Juan no entendía por qué su discípulo "no veía" cuando todos los pasos que se habían dado durante su preparación eran justos.

Este hecho llega a comunicárselo el mismo don Juan, cuando le hace mención del asunto en términos muy precisos: "Tu vida es más compacta que la de Eligio y él probablemente "verá" antes que tú. Es de veras me confunde. Ni siquiera Genaro puede acabar de entenderlo. Has cumplido fielmente todo lo que te he mandado hacer. Todo cuanto mi benefactor me enseñó, en la primera etapa de aprendizaje, te lo he pasado. La regla es juta, los pasos no pueden cambiarse. Has hecho todo cuanto uno tiene que hacer y sin embargo no "ves. Yo me fío en eso y caigo en la trampa.".

Don Juan, como protector de Carlos Castaneda, no podía conformarse con semejantes resultados y no tiene otra alternativa que la de recurrir a sus propias técnicas de "ver". Y al ver a su aprendiz, observa cómo un elemento traumático de su niñez es la causa que dificulta en Castaneda el llegar a "ver". Llega al subconsciente de su discípulo pero no con el método freudiano de interrogar y auscultar, sino de golpe, solamente "viendo" y este "ver" le permite abordar, con mayor precisión, los años de infancia de su alumno.

El proceso de Freud es mucho más arduo y se halla sujeto a múltiples errores ya que depende de la lógica y razonamiento, y las conclusiones dependen de las respuestas del paciente. Aquí basta "ver" para comprender y entonces obligar al paciente a que logre con un esfuerzo constante descubrir la experiencia vivida durante la niñez.

Con la expresión de don Juan de que el hecho de que Castaneda no vea, lo confunde, no hace sino lanzarle el primer dardo motivaciones, cuando le habla de los pasos seguidos y termina con la expresión: "Siempre acabas portándote como un tonto que no ve, y por supuesto eso es lo que eres".

Si analizamos la frase, encontraremos una unión de palabras que refuerzan entre sí un acto de sugestión, a fin de que el discípulo despierte del letargo en que se encuentra. Veamos la secuencia: "Te portas como un tonto que no ve". Luego don Juan enlaza la frase y prosigue: "...por supuesto eso es lo que eres".

Fue tanto el impacto ejercido por estas palabras en Castaneda, que experimentó un profundo deseo de llorar. Su niñez vino a flote, flotó en el consciente, y cuando se hallaba en ese estado de turbación, remató don Juan con esta afirmación dubitativo-reflexiva: "Ha de ser la promesa". No dice "es", sino "ha de", y es aquí donde encontramos el penetrante poder y el acertado conocimiento que poseía don Juan de los diferentes estados mentales del hombre.

Esta frase, como es de suponer, sorprendió al aprendiz, originando el siguiente diálogo:

"¿Cómo?"
Y entonces responde don Juan: "Una promesa que hiciste una vez, hace mucho."
"¿Qué promesa, don Juan?"
A lo que don Juan responde: "A lo mejor tú puedes decírmelo."
Esta búsqueda en el subconsciente es de vital importancia para Castaneda sobre todo para su aprendizaje y preparación, y aunque don Juan sabe de qué se trata, es a su discípulo a quien corresponde hacer los esfuerzos necesarios para ahondar en su propia mente y descubrir lo aparentemente enterrado. Así las cosas, don Juan dice: "Hablo de una promesa que hiciste. Tienes que recordarla".

Nótese ahora que en la técnica de don Juan existe una hermosa combinación para conducir al aprendiza al pasado, cuando en la anterior expresión elimina la duda y afirma saber cuál fue la promesa que hizo Carlos Castaneda en su niñez. De ahí, que el discípulo desesperado y angustiado dice: "Si usted sabe cuál fue la promesa, ¿por qué no me la dice, don Juan?". "No. De nada serviría decirte".

Y así, con un adecuado encausamiento de las pautas, don Juan hace que su discípulo por fin se encuentre con el recuerdo de la promesa hecha y que, quizás, no pensó que algún día tales hechos serían un obstáculo para su avance en el proceso de convertirse en hombre de conocimiento.

A pesar de toda la inducción dada por don Juan a Castaneda, para obligarlo a recordar su promesa, éste no avanzaba y permanecía aprisionado en su propio razonamiento; eso obliga al maestro a ser más incisivo y fue entonces cuando le dijo: "Veo un niño que llora". Esto lo repitió varias veces hasta hacerlo resonar en la mente de su chelá, y cuando éste quería pensar en otra cosa le decía con mayor penetración y fuerza: "Oye, veo un niño que llora. Ese niño tiene una nariz que parece un botón. Sí. Es una nariz de botón". Y he aquí como las afirmaciones contundentes de don Juan, llegan a lo profundo del aprendiz, y es cuando emerge el recuerdo de ese pasado incierto y nebuloso que lo aprisiona. Pero escuchemos mejor del propio Castaneda su recuerdo:

"Las palabras "nariz de botón" me arrojaron de inmediato a una escena de mi niñez. Yo conocía a un niño con "nariz de botón". Don Juan se había colocado en uno de los sitios más recónditos de mi vida. Supe entonces de qué promesa hablaba. Experimenté exaltación, desesperación reverencia, temor hacia don Juan y su espléndida maniobra. ¿Cómo demonios sabía lo del niño con "nariz de botón" en mi infancia? El recuerdo evocado en mí por don Juan me agitó a tal grado que el poder de mi memoria me hizo retroceder a un tiempo en el que yo tenía ocho años. Ésa fue sin duda la época más atormentada de mi niñez...Los salones de la escuela rural a la que asistía eran mixtos, y los años primero y tercero estaban separados únicamente por un espacio entre los pupitres. Fue allí donde conocí a un niño de nariz plana, a quien fastidiaban con el apodo "nariz de botón". Cursaba el primer año. Yo solía ensañarme con él al azar, sin verdadera intención de hacerlo... Un día derribé a propósito un pesado pizarrón de caballete; cayó sobre él; el pupitre donde se hallaba sentado absorbió parte del impacto, pero así y todo, el golpe le rompió la clavícula. Cayó al suelo.... me había sentido bien y poderoso hasta el momento en que la figura llorosa del niñito con nariz de botón demolió mis victorias.... En todas las formas de que era capaz me hice el propósito de no triunfar nunca más. Pensé que tendrían que cortarle el brazo, y prometí que, si el niño se curaba yo jamás volvería a ser victorioso. renuncié por él a mis victorias. Así fue como comprendí entonces."

Renunciar a las victorias, no sentirse merecedor o merecedora... todo me es familiar ¿Y a ti?




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