sábado, 15 de noviembre de 2008

Darse cuenta a través del Maestro Interior

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Para empezar a darme cuenta de hechos; la Vida, a través del Maestro Interior Tramposo (Pinches tiranos), tuvo que zarandearme y sacudirme de lo lindo.¡Cómo rabiaba ante tal injusticia! Y la situación se prolongó más de un año aumentando en proporciones. Angustias, temor, inseguridad, dudas, confusión... En tales circunstancias, llega un momento en que lo más temido con anterioridad se hace preferible a la situación actual. Deja de importar y se convierte en algo excitante. Entonces las cosas cambiaron y el desafío cesó.

Un año me costó dar con la respuesta. Me hubiera agarrado a un madero como naúfrago. No huvo madero.

Siendo honesto con mi recuerdo tengo que admitir que la propia Vida me brindó su guía sincrónica. ¡Un libro! y en especial un capitulo del mismo. El único que leí en aquel entonces. El resto me resultaba incomprensible. "Los pinches tiranos". Entonces caí en la cuenta de cómo podría intentar abordad el reto. Y salió bien. Lo que me había estado matando durante algo más de un año cesó, desapareció, se desvaneció.

Experiencias como ésta dan mucho que pensar. El tomarlas como un desafío cuesta mucho, es más fácil considerarse una víctima vapuleada por doquier.
"Perro flaco todo son pulgas" dice el refrán. Los golpes de la Vida nos pueden colocar en el linde de la aniquilación y el renacimiento. Sé que no es ésta la alternativa, pero por tozudez, inercia, autoconsentimiento y victimismo llegamos por nosotros mismos al borde del abismo. Algo potente nos empuja y no podemos hacer otra cosa que saltar. Si podemos extender las alas de la libertad planeamos y salvamos el pellejo, de lo contrario nos hacemos pedazos y morimos.

Miras atrás, bastante atrás, antes de la aparición de los hechos, y adviertes indicios, avisos, advertencias que no atendiste porque estabas aletargado en tu rutina de vivir. Pero no parecía tener ninguna consecuencia; era un sentimiento o destello y pronto la idea desaparecía. La costumbre, los hábitos, las inercias, las creencias por un lado; la voz y el sentir intuitivo por otro. Sencillamente no le haces caso. Y luego te das cuenta que al desatender estos pequeños avisos del "vidente interior" estaba cargando el programa del drama venidero. Por ello siempre nos pilla por sorpresa. ¿Sorpresa? Si, por manifestar sordera y ceguera a los recursos de nuestro Self.

La fantasía nos inunda con su escenografía de expectativas y creencias haciéndonos soñar con un mundo egocéntrico o al menos egotista, sin discernimiento ni objetividad respecto a lo que en verdad nos rodea. Vemos las cosas tal como deseamos y queremos verlas y no nos damos cuenta de que estamos hipnotizados, autohipnotizados.
Desoímos los avisos y advertencias y cuando se nos cae la venda que cubre nuestros ojos, nos vemos sumergidos en un infierno. ¡Horror! ¡Cómo me ha sobrevenido ésto! ¡No me lo merezco! ¡Siempre he sido una buena persona! ¡Cómo puede ser! ¿Qué mal he cometido para tal brutal castigo? etc...

Nuestra razón da vueltas y vueltas a estas admiraciones y preguntas mientras dueles de auténtico dolor. Y aún así no sabes. Te desgañitas en alaridos sin respuesta. Clamas al altísimo maldiciendo su crueldad, su injusticia. Lloras angustiado tu sufrir, necesitas de ayuda de los demás. Muchos te dan la espalda, otros no te entienden, hay quienes se compadecen y hasta hay quienes puntualmente te ayudan. Sea como sea, hasta el momento en que aceptas este desafío como una revolución interna no puedes saber el conveniente uso de los apoyos y ayudas. Cuando aceptas el desafío y decides afrontarlo aparece el nuevo sol. El Alba envuelve, abraza en sus dorados rayos tu nueva vida.

Nuestro mundo continuamente nos hipnotiza con sus sugestiones y ofertas engañosas. Nos hace alejarnos de los recursos del Self, a los que consideramos curiosidades e ideas peregrinas. Nos deslumbra con sus luminárias excitantes, con la aceleración de los acontecimientos, sin posibilidad de reposar, de preguntarnos ¡qué es todo esto! Así vivimos vegetando sin vivir, transitamos por el tiempo sin darnos cuenta que nos hemos convertido en un minutero, contando incesantemente de 1 a 60 y de 1 a 24 a lo largo de semanas, meses y años. Sólo nos detenemos en parte cuando la enfermedad nos obliga imperiosamente.

En todo este fragor ¿cómo vamos a escucharnos, a atender e incluso considerar la posible existencia del Self y sus posibilidades? Por eso no lo escuchamos, no lo atendemos y, no tomando la realidad como tal, despertamos súbitamente en una pesadilla. ¡No es posible! ¡Cómo puede ser! ¡Todo era tan normal, tan bonito!

Una vez despiertas y desafías la pesadilla vuelves a despertar a la vida más real y sabes que debes atender tu Self, tu Ser Interior; darte tiempo para estar con él de diversas maneras y reconocer que siempre te susurra de forma directa o indirecta cuál es tu camino con corazón.

Un fuerte abrazo. Ernesto.
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