lunes, 20 de abril de 2020

Humanismo, Creatividad y Auto realización 1

Humanismo, Creatividad y Auto realización 1


En esta séptima entrega de escritos acerca del Humanismo voy a tratar la temática del Humanismo en relación con la Creatividad y la Auto realización.

Ya definimos humanista como persona responsable actuando con dignidad, apoyando, participando y desempeñando esa ética, ese bien común, ese apoyo mutuo. En resumen, exteriorizando en su sentir, pensar y actuar conforme los valores de Ser; o lo que es lo mismo, en el proceso de auto realizarse.



Veamos lo que podemos decir acerca de la creatividad y las personas creativas. Cuando tratamos de enumerar las características de una persona creativa, vemos inmediatamente que coinciden casi exactamente con los 26 puntos que propuse en el escrito anterior en la persona auto realizante. No se trata de una identidad de lo uno con lo otro, pero el concepto de creatividad y el de persona sana, en auto realización, están muy cerca una de otra y eso sugiere que tienen mucho que ver. (Ver los 26 ítems de la persona en auto realización del escrito anterior: Prehumanismo. Humanismo y Auto realización). 




No me refiero a la personalidad del individuo que resulta creativo, sino en el momento en que la creatividad se da. Una persona psicótica o neurótica puede tener grandes bloqueos, pero también instantes de aguda creatividad y entonces, la vivencia es coincidente con la del auto realizante y auto realizado.

Podemos asociar estas dos realidades. ¿Si el auto realizante cumple con los criterios de la creatividad, entonces la presencia de creatividad refleja lo saludable de una persona? Si es así, una educación y una terapéutica basada en lo que favorece la creatividad conduce a la salud, a la eupsiquia.

Entonces también concluimos que las terapias que tienen por objetivo adecuar la persona sufriente, conformarla con lo social y lo cultural no sirven a este propósito; ni tampoco aquellas que consideran que lo profundo de la psique es un conflicto entre el instinto de vivir y el de morir, ya que esa creatividad participaría de ambos pulsos y los manifestaría el tal conflicto. Sólo puede servir una terapéutica que ponga en contacto la conciencia de una persona con su potencial de Ser. Es decir, con su humanidad y los valores que la definen.  Las otras cumplen el propósito de facilitar la adaptación del individuo a su medio socio-cultural y aliviarla de la tensión de sus conflictos reprimidos, al poder contactarlos y poder tener oportunidad de resolverlos.



Por otra parte, atendiendo a facilitar la creatividad, se hace importante preparar a las jóvenes generaciones para que resulten creativos. Hasta hace muy poco el recurso del arte en la educación ha sido algo accesorio. Se le daba y aún se da mucho poder a los contenidos programáticos del currículum escolar, a la adquisición de destrezas acerca de las mismas y que todo esto se adecue a una formación que concluya con una presunta profesión, sea la que sea, según sus aptitudes, capacidades y expectativas. La formación artística sólo acontece como algo auxiliar al principio de la educación y luego como una elección si, con la adolescencia, se presentan aptitudes al respecto. Hoy en día esto va cambiando progresivamente; pero el fin de la educación es preparar al individuo a un desempeño laboral. Es decir, capaz de producir (productos o servicios) y consumirlos. El problema es que debido a los cambios que se suceden a gran velocidad en nuestra sociedad, aquello para lo que te preparas, puede no resultar ser en lo que trabajes como profesión y te veas como persona obligada a ser polivalente y no lograr asentarse en ninguna profesión en concreto, a no ser la de solicitante de trabajos, sean cuales sean, en una sucesión de contratos precarios y temporales.

Incluso dentro de profesiones asentadas, sus profesionales asisten a cambios y evolución tan rápidos que continuamente se tienen que reciclar y reinventarse. Puede que esto resulte alentador y excitante a los jóvenes, pero llegados a cierta madurez, este incentivo cede a otros en otros ámbitos vitales (estabilidad, familia, etc.).

Abraham Maslow, en su tiempo, se planteó muy seriamente el tema de la creatividad y el que se hacía necesario modificar el paradigma educativo para que los jóvenes estuvieran en condiciones de afrontar saludablemente el ritmo de rápido cambio que en la sociedad se producía (conocimiento, técnicas, invenciones y avances tecnológicos), Él decía que “se necesita un ser humano que pueda vivir en un mundo en perpetuo y constante cambio, nunca en reposo. Lo que ahora es, al poco ya será viejo, si se enseñan técnicas, en seguida caen en desuso.” Consideraba que conseguir personas capaces de sentirse a gusto y disfrutar viviendo en este contexto era algo muy importante; que tuvieran una gran facilidad adaptativa y capacidad de improvisar en situaciones totalmente inesperadas; y para ello era muy importante contribuir a que las personas fueran de tipo heraclitéo, es decir “personas que sean capaces de afrontar con confianza el mañana sin saber qué les traerá, lo bastante seguros de sí mismos para poder improvisar en una situación que jamás ha existido.”

Décadas después vemos exactamente a qué se refería; los cambios sugeridos por Maslow no se aplicaron adecuadamente. El mundo en que nos movemos, un mundo frenético causante de notables desequilibrios en sus gentes. Su idea era crear individuos sanos adecuados para disfrutar en un mundo ágil y cambiante; no el mantenerlos neuróticos en un mundo enloquecido y distante de lo humano. Tomemos como muestra estos excepcionales días en los que cursa la pandemia de Covid-19, en el que todo el mundo se encuentra en algo del todo inimaginable un trimestre antes.

Estamos en un mundo cambiante, pero distante de los valores humanos y de la creatividad como instrumento de auto realización, vivimos en un gran desequilibrio humano, sujetos al estrés, exigiendo adaptabilidad para no caer en la exclusión, muy competitivo y no colaborativo ni solidario. En el que surge el movimiento “slow” como una necesidad saludable de contrapeso.

Para afrontar este tipo de mundo (el que imaginaba Maslow) sin perder perspectiva es necesario ese ser humano heraclitéo que él sugería; pero para forjarlo era y es imprescindible hacer énfasis en la capacidad de improvisación y de inspiración; capacidades propias de la creatividad, pero no de todo el conjunto del proceso creativo, Cabe distinguir entre la “creatividad primaria”, la que nos interesa, de la “secundaria” que resulta elaborativa, pero no inspirada. Lo que se intenta imbuir en la humanidad es la creatividad primaria, la fase inspiradora.


Veámoslo con cierto detalle; la creatividad secundaria se aplica una vez obtenida la primaria exigiendo grandes dosis de trabajo, disciplina, preparación, ensayos, etc. La primaria, espontáneamente manifiesta en los niños, consiste en inventiva, espontaneidad e inspiración.

La persona creativa en su fase primaria, la inspiración, tiene unas características que siempre se cumplen como el perder el contacto con el pasado y el futuro, viviéndose en el momento presente; aquello que está realizando le absorbe plenamente, también le fascina. Este “estar en el presente”, en el “aquí y ahora” parece ser lo más importante de la fase creativa primaria; pero también se produce una alteración de la noción del tiempo, de perder el interés por el mundo circundante, sentir como si se estuviese fuera del espacio físico actual, fuera de las expectativas y normas de la sociedad, haberse escabullido del corsé de la historia. Cuando se ven así expuestas no se puede negar el gran parecido que tiene con una vivencia mística inspiradora, iluminada. Experiencias de revelación que en la historia vemos que ha conducido al nacimiento de grandes religiones. En psicología transpersonal las llamamos “experiencias pico” o cumbres.

Debemos tener en cuenta, siendo importante, a la creatividad femenina que, en los estudios, siempre se ha tenido menos en cuenta que la masculina. Por lo general la creatividad femenina tiende a comprometerse menos con los logros y productos finales y se compromete más con el proceso creativo en sí, con el proceso incesante y no tanto en la culminación de éste; probablemente tenga que ver con el hecho de que, llegada a la fase secundaria, pase a manos masculinas, donde se alcanza los resultados, los logros y los éxitos; y sean ellos y no ellas quienes los disfruten. No digo que acontezca esto como un acto deliberado en contra de ellas, sino que las propias estructuras organizativas de ideología patriarcal lo vertebran frecuentemente así.

Cuando se estudia minuciosamente a la persona creativa en la fase primaria, de inspiración, se advierten algunos fenómenos importantes.

momento de inspiración
Cuando la persona está en el momento inspirado, en primer lugar, vemos que se produce una renuncia al pasado. Pasado y presente son dos categorías diferentes; no es que lo olvide, lo que ocurre es que el pasado habiendo participado activamente en la creación de la persona, se transforma en la persona del presente. El pasado se convierte en la persona que experimenta, no es algo distinto a ella; tanto para bien como para mal. Si de ese pasado hay recuerdos y vivencias expansivas, éste, asimilándose en su personalidad, le hace crecer; si, por el contrario, resulta doloroso, se establecen mecanismos de defensa y con el intento de silenciarlo, de reprimirlo, las defensas se estructuran dando lugar al personal modelo defensivo-caracterial en comportamientos y en tensión orgánica (coraza caracterial).

De igual modo, en la fase inspiradora, la persona renuncia al futuro. Muy habitualmente lo que estamos realizando en un presente concreto es prepararse para el futuro inmediato. Por ejemplo, estamos escuchando a alguien y, al tiempo, estamos preparando la respuesta; lo que nos impide estar plenamente presentes. En el momento inspirado tal no ocurre, estamos tan absortos y fascinados con lo que estamos experimentando en el presente, estamos tan totalmente en el presente que el posible futuro, ya sea inmediato, no está activo. Desde otro punto de vista, el futuro siempre está presente, el tiempo lineal hace que el hilo de consciencia fluya siguiendo la secuencia fenomenológica y causal de un punto a otro inmediato; en este sentido, el futuro existe asimismo como un devenir de continuo presente dentro de nosotros; pero no tiene nada que ver con la actitud de ensayarlo o proponerlo, que es a lo que me refiero.

En el furor del momento inspirado nos sentimos inocentes, desnudos de expectativas, cándidos ante lo que se desencadena en nosotros. Todos los hábitos, deseos, modas, tendencias, dogmas, ausentes  de juicios acerca de lo que es correcto o justo, y de lo que se considera adecuado a las costumbres, hábitos, etc. La inspiración nos sorprende, nos asombra, nos maravilla y ello interrumpe todo cuanto no sea parte de la inspiración. Desde el Ser, desde la consciencia lo contemplamos con esa inocencia que nos asemeja a niños.

Se produce una reducción de la conciencia, no de la consciencia. En el instante arrebatador de la inspiración perdemos conciencia de todo aquello que está ajeno al “asunto inspirador”. Nos liberamos de asociaciones cognitivas de lo que nos rodea. En ese momento somos auténticos, estamos plenamente conectados con lo profundo de nuestro Yo, con el Self y con el Ser. Entonces nos damos cuenta de lo accesorio a la autenticidad personal; es decir, en ese momento nos deprendemos de los componentes neuróticos y de lo que es accesorio y no real como lo que en otras circunstancias se nos presenta. En tal momento inspirado, estando tan embebidos con nuestra autenticidad, nos olvidamos de que representamos papeles ante los demás, prescindimos de máscara, de nuestras poses, expectativas y deseos de influir en los demás. Tampoco nos podemos contemplar como desde afuera, no nos miramos en el espejo de los demás.


Un aspecto muy próximo a éste es que en el momento inspirador experimentamos una pérdida o reducción drástica del ego. Estamos tan implicados con la vivencia, que se reduce e incluso desaparece, la actitud crítica hacia nosotros mismos y el exterior. No se juzga lo que estamos vivenciando, con lo cual estamos unificados; estamos íntegros, completos. Por ello, en estos momentos, tenemos contacto con nuestra genuina identidad, con nuestra verdad, con nuestra autenticidad; con aquello que los maestros nativo americanos denominan “estar en el Centro del Círculo Sagrado”. Esta vivencia se vive como algo muy agradable y, tras la misma, se desea y anhela volver a experimentarla.

Otro fenómeno adjunto que se puede considerar asimismo es el cómo la fuerza inhibitoria de la conciencia afloja; nos olvidamos de nosotros mismos y entonces el observador contempla sin pronunciarse; asimismo, en tales momentos experimentamos el estar libres de temores y ansiedades; así como de los síntomas neuróticos (depresiones, conflictos, ambivalencia) y quedan en suspenso nuestras somatizaciones (dolores físicos, tensiones, bloqueos). Así estamos plenamente inmersos en lo que experimentamos. En tal momento nos hemos librado de la neurosis, de la enfermedad y somos plenamente valientes. Otro hecho que se observa es que en esos momentos somos fuertes y poseemos coraje; nos sentimos con gran presencia, independencia y certeza en el instante, independientemente que después este aspecto inspirado no pueda realizarse en el mundo ordinario; pero en el momento que irrumpe como una llamarada nos inunda de poder.

Asimismo, en el instante de inspiración estamos plenamente abiertos a la energía que aparece y la aceptamos sin más. No hay bloqueo alguno, se cumple esa frase sagrada de “Se cumpla tu voluntad (la de la fuente inspiradora) y no la nuestra”, que está en suspenso.

Consecuentemente, ese momento inspirador, nos sitúa en una vivencia en la que se da gran confianza, siendo del todo innecesario el intentar cosas, el tratar de controlar y el esfuerzo. El flujo de lo que ocurre en la inspiración es algo fácil, acontece sin el menor esfuerzo, no hay obstáculos. Lo podemos denominar como el “camino fácil”; somos como niños-ante-el-futuro. Sólo cabe maravillarnos por lo que acontece.

En otros momentos, en el escrito anterior, mencioné la característica de la actitud taoísta, ahora es oportuno considerarlo. El instante inspirador es receptivo; nuestro observador está absorto, fascinado por lo que experimenta, esta es la parte Yin; y por otra, estamos plenamente inmersos en el “aquí y ahora”, en el auto olvido, que es un poder dinámico; es decir, Yang. Este integrar la energía del “estar aquí y ahora” con el dejar que ocurra, el abandono; esa integración simultánea es el aspecto o postura taoísta en la inspiración y se convierte en un estado más continuado en la persona auto realizada. Esto me conduce al posicionamiento Holista, de ser total, uno con todo, una totalidad; que la persona en inspiración está abierta a todo ese material-energía que procede de lo que denominamos “proceso primario”, procedente de la fuente del inconsciente como un rasgo de tipo instintoide. Si no procediera de lo desconocido, no sería una inspiración, sino una rememoración. Es, pues, originario de ese núcleo poético, metafórico, mítico, místico, … Asimismo al no estar operativo el aspecto racional, analítico, de abstracción, la experiencia inspiradora es estética, es decir aparece como algo bello, suscitando el placer de contemplarlo gozosamente sin matices de racionalización.

También cabe decir que la vivencia de inspiración es del todo espontánea, por eso nos fascina y maravilla y nos permite explorar nuestra espontaneidad junto a todo su potencial, que es el nuestro. Nuestras capacidades afloran y se adecuan al instante inspirado de un modo perfecto, rápido y sin esfuerzo; y con un flexible poder de fluir de un aspecto a otro en la vivencia. Esta plena espontaneidad se asocia a la máxima expresividad. Puede que si alguien nos acompaña quizá no lo perciba por completo, pero para nosotros, en nuestra vivencia aparece una incuestionable sinceridad, naturalidad y veracidad. Es algo para sí y no para afuera.

Dejo como punto final, como conclusión de todo esto, la vivencia de que la persona en el momento de inspiración se siente en fusión con el mundo; desaparecen los límites entre el Yo y el No-yo. Es oportuna en este momento la siguiente frase “Si quieres conocer un ave, debes convertirte en un ave”, y en el momento de inspiración es justo lo que ocurre. Cuando esto se eleva al punto del concepto que uno tiene de divinidad, entonces se experimenta la unión mística, la iluminación.

Quienes hayáis leído mi escrito anterior os estaréis dando perfecta cuenta que esta fase creativa primaria es muy rara en las etapas previas que nombraba como Prehumanas (lo autocrática y despótica), infrecuente en la tercera (patriarcado demócrata representativo); pero que cobra mucha fuerza en la cuarta (humano auto realizante) como anhelo, con aspiración; y deviene en ese contínuum de presencia y vivencia en la quinta (humano auto realizado), sobre todo si la auto realización es trascendente.

Expuesto esto, que produce una sensación de eupsiquia, permitidme regresar a lo profano. Se suele considerar a la ciencia como algo creativo. La verdad es que, excluyendo raros personajes de la misma, los científicos no sólo no lo son, sino que se sitúan plenamente en el proceso de creatividad secundario. Los que obtienen el éxito y reconocimiento de logros y descubrimientos son los últimos eslabones de un trabajo minucioso, analítico y de experimentación de predecesores en el proyecto. Es un trabajo laborioso de razonamiento analítico, de control, de puesta a prueba aceptando y rechazando aspectos; de considerar, agrupar y definir variables, y después de lograr su control, para finalmente poder apreciar si tal teoría (racional, definida) se cumple o no. Los científicos muestran una distancia con lo que estudian o experimentan, con esos fenómenos físico-energéticos, objetos, animales y personas. En ellos no se dan las cualidades expuestas más arriba, sino todo lo contrario. Por eso la actitud de la ciencia es de desconfianza y de juicio ante todo cuanto surge de lo inspirado e intuitivo. Sólo cuando eso haya sido machacado y analizado en todas y cada una de sus partes, y luego nuevamente reunido y reconstruido, se manifestarán con su asentimiento, pero eso sucederá, si es posible, mucho después.

Por ello, para que la ciencia se haga humana, es preciso que en ella se den personas creativas en el aspecto primario. Cuando los científicos sean asimismo poetas, visionarios, inspirados; esta disciplina de conocimiento tendrá acceso a un nuevo horizonte de conocimiento holista. Por ahora aún está muy alejado de ese punto. La imagen de un Leonardo da Vinci de nuestro tiempo es algo muy difícil de ver; pero no imposible. Esperemos que algunos de ellos estén viviendo en nuestro mundo. En un futuro próximo serán lo más común.



Einstein y Tagore
Einstein con Nativo americanos





Pongo ahora punto final a este escrito acerca de la creatividad, humanismo y auto realización. Prometo seguir en ello en un escrito próximo.









Ernesto Cabeza Salamó

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