lunes, 20 de abril de 2020

HUMANISMO Y PSICOLOGÍA HOY

HUMANISMO Y PSICOLOGÍA HOY

A principios de febrero publiqué es escrito "¿De vuelta al Humanismo?" y un mes después el titulado "Nuevo humanismo. La Primera y Segunda Humanidad". Hoy prosiguiendo el tema propongo éste algo más extenso, tomando el hilo de los anteriores.


En este punto es conveniente realizar un estudio acerca de las dificultades al humanismo desde el punto de vista de la psicología.

Ya hemos visto que la evolución del Ser humano que surge con el siglo XXI se enfrenta a una revolución sin precedentes históricos, tan sólo comparable a lo que aconteció en la remota antigüedad cuando descubrió el uso del fuego y lo que le supuso en su posterior evolución.

Es impensable el que en aquel remoto entonces se diera resistencia al conocimiento de este y a su utilización. No utilizarlo era renunciar a la evolución humana. Si tal resistencia se dio, no quedó la menor constancia de ello. Lo que ha quedado es el legado de aquellos que lo asumieron y utilizaron.

Lo mismo está ocurriendo en nuestros días. La dimensión que instaura el manejo de la información instantánea, la inteligencia artificial, la computación y todas las tecnologías relacionadas, que están asociadas al conocimiento y puesta en práctica de la física cuántica, no admite una vuelta atrás. Se evolucionará con ello definitivamente.

En la actualidad aparece el vértigo de que todo esto puede ir demasiado aprisa y muchísima gente queda desplazada por razones generacionales y/o por resistencia a lo nuevo. Cualquiera de las dos opciones, evidentemente, las solucionará el paso del tiempo. Los rezagados, cumpliendo con su ciclo vital, abandonarán en su momento la vida y los que crezcan en nuevas generaciones ya la vivirán como el genuino “Campo mórfico del Tiempo”. Unos 20 a 50 años es sólo una pequeña pulsación y simple latido de corazón en la vida de la Nueva Humanidad.
Rupert Sheldrake

El Campo mórfico ya actúa con esta información y todo ser humano tiene acceso a la misma de forma inconsciente e intuitiva. Ya lo demostró Rupert Sheldrake. El Campo Mórfico del humano actual ya actúa adaptativamente desde el punto de vista embrionario; se da una evolución simultánea adaptativa de todos los diversos grupos humanos y asimismo se manifiesta psicológica y antropológicamente asociado a la intuición y telepatía en modo incipiente. 

Ya se trate del campo morfogenético que explica la respuesta de una célula embrionaria en relación con su entorno informacional, como del Campo Mórfico que presentó R. Sheldrake; la cuestión es que se trata de “Campos” y no de genoma ni de circuitos neuronales. Jacobo Grinberg lo demostró experimentalmente confeccionando la Teoría Sintergica, demostrando la existencia y funcionalismo de los campos neuronales.

Si los Campos morfogenéticos, mórficos y neuronales están científicamente asentados por medio de experimentos, entonces es imposible substraerse a su influencia a menos que, voluntariamente, se persiga el estancamiento y con ello se caiga en la involución conducente a la extinción. De los que se extingan como conservadores de la vieja humanidad, ya no dirá más la historia de las futuras décadas. Sólo en epitafio “Se extinguió”.

El problema no consiste en todo esto; es algo que ya se está realizando y de modo inalterable. La problemática se centra en cómo se trata de resistir a los cambios que implican y las consecuencias de estos como dolor y sufrimiento humano.

Ya indiqué que todo depende de la concepción de humanidad que cada cual tenga. En este sentido cada uno de los humanos se definirá conforme a su concepto y creencia de la propia humanidad. Cada cual será su propio filósofo y antropólogo estando sujeto a múltiples influencias religiosas, ideológicas, culturales, familiares y experienciales.

El posicionamiento, hoy por hoy, se aglutina en una dialéctica.


Por un lado, quienes conciben y piensan la condición humana como algo limitado y de muy lenta evolución, dentro de lo cual los avances que aporta la ciencia y la tecnología son los recursos que añadir para que prosiga la evolución en una simbiosis orgánico-tecnológica, es decir hacia lo cibernético. La tecnología amplificará y corregirá las insuficiencias humanas evolucionando a partir de este punto como algo inseparable.

Por otro lado, el considerar que el ser humano tiene un potencial latente inconmensurable que justamente hoy empieza a estar en condiciones de activar. En este segundo caso, la tecnología seguirá siendo un importante auxiliar en el progreso de la cultura humana, algo que podemos intuir, pero apenas imaginar por estar en sus albores apenas recién nacidos.

También apunté que esta nueva humanidad emergente no ha resuelto los desafíos de la anterior. Desgraciadamente la mayor parte de la humanidad aún no ha podido, ni puede, ir más allá de la subsistencia y la seguridad. El contexto dominante de la ideología del poder económico lo determina. La economía dineraria- financiera mantiene la persistencia de clases sociales acomodadas (en bienestar económico) y a una masa muy numerosa en situación de segregación económica, en la pobreza y miseria material. Las causas pueden ser las políticas postcoloniales, las diversas guerras por diversos motivos, la propaganda mediante corrientes de opinión, el considerar naciones-estado y defender cuestiones identitarias frente a los otros, siendo susceptibles y hasta paranoides respecto a los que no comparten nuestra identidad o muestran alguna diferencia. Esto hace difícil una conciencia de ciudadanía planetaria, de pertenencia a la especie humana del Planeta Tierra. Las relaciones económicas, de creencias e ideologías y de poder causan fuertes tensiones que estallan en terribles y mortíferos conflictos. Las guerras geoestratégicas y por el control de los recursos del planeta, las mareas de refugiados y también de emigrantes por diversos motivos, entre otros, postcoloniales y climáticos que, a riesgo de morir, cruzan mares y desiertos y de ser confinados en campos inhumanos a la espera de regresar de modo forzoso a sus lugares de origen, lo apuestan todo en la consecución del sueño de poder cruzar al mundo privilegiado. ¡Cuántas ideologías a favor y en contra de todo ello! Y mientras se debate si se les permite o no, mueren física y humanamente (desesperanzados y traumatizados) en esos campos hacinados.

Las grandes corporaciones, oligarcas del mundo, no ceden en lo más mínimo en su fantasía de control y explotación de los recursos del planeta sujetándolos a un precio que sirve únicamente a su beneficio económico y consecuente poder; sin escrúpulos de influir en las políticas y gobernantes de los países dominantes y en los de los explotados. La persuasión, la seducción, el bloqueo o el recurso a enviar sicarios económicos sean por intereses nacionales o de las corporaciones transnacionales. No se tiene en cuenta que los recursos del planeta son “para todos”, tanto humanos como no humanos. A los segundos se les obliga a la extinción; a los primeros se les somete de múltiples maneras desde la seducción y la persuasión a la imposición (el clima de inseguridad, la tecnología por imposición de la inteligencia artificial y el temor que es un arma muy eficiente).


Cuando alguien sugiere una concepción económica basada en los recursos, siente caer sobre sí la amarga sombra de la desesperanza, el pesimismo y la impotencia. ¡Es una utopía! ¡Es lo imposible! Sin embargo, la economía de lo sostenible va ganando terreno en nuevas praxis, cada vez alcanzando a mayor número de pobladores del mundo acomodado. El análisis crítico a partir de lo sostenible nos va a conducir irremediablemente, a pesar de los grandes obstáculos, hacia la Economía de Recursos a nivel planetario. El factor tiempo de tránsito se ajusta al incremento de la alteración del campo climático planetario. Cuanto antes alcancemos la Economía de Recursos, antes cesaremos de acrecentar la alteración climática y las crisis humanas. Y sabemos que el efecto negativo es acumulativo; cuanto menor sea el tiempo de transito, mejor para la biosfera y la humanidad.


¡Cuánta humanidad no puede sustraerse más allá de la satisfacción de las necesidades de seguridad! ¡Incluso en las propias sociedades del llamado ¡Primer Mundo! (Considérese como ejemplo el impacto en estos días de la pandemia “coronavirus”). La justicia en el reparto del bienestar y recursos necesarios es la clave y tiene que ser un componente ideológico. Las políticas retributivas de las haciendas nacionales tienen este cometido; tenemos democráticamente (quienes gozamos de democracia) el poder de decidir cuál es la política fiscal más equitativa. El tema de lo que debe ser el justo reparto de la riqueza de una sociedad es algo muy controvertido, estando sujeto a determinadas ideologías y creencias. Es decir, depende del marco interpretativo del papel que desempeña el ser humano y sus relaciones afectivo-económicas y lo que cree que significa ser humano.

Ello nos conduce al meollo del asunto. El concepto del significado de “ser humano” que cada uno profesa de forma individual y su repercusión en la propia salud.

Indagar en ello supone sumergirse entre contradicciones que filosóficamente se han planteado desde hace siglos. La defensa de que la persona debe obtener satisfacción a sus deseos y obtener placer de la satisfacción de sus motivaciones; pero sin acertar en distinguir entre las que son sanas y las que son patológicas. Si a todas se las mete en el mismo saco, cada cual propone un tipo de acuerdo personal que justifica su pugna interna.

Esto elevado a la categoría de moral y ética produce un promedio “normal” que desnaturaliza aquello que cursa con salud y lo que incide en lo patológico. Así se crea la imagen de una persona éticamente “media” = “normal”; consecuentemente con este modo de concebir a la persona, no se pueden atisbar cuáles son las grandes posibilidades humanas, puesto que aspectos de desvalorización de la propia humanidad personal se integran en este promedio o “normalidad”.

Desde la concepción humanista y, en especial, desde la psicología humanista, debemos poner en claro este punto. Las motivaciones patológicas disminuyen la propia humanidad al destruir la integridad y colocan a la persona en una auto desvalorización que tiñe y desdibuja la presencia de los otros más saludables. Esta persona, en parte disociada, no está en condiciones de atisbar su potencial y actualizarlo. No confiará en sus posibilidades y se sentirá con malestar. Esto, en un grado u otro, todos lo compartimos, porque todos participamos en algún grado de la condición patológica. En nuestra cultura esta contradicción es lo más común; resulta excepcional quien sólo satisface sus necesidades, deseos y motivaciones saludables; puesto que el desarrollo y práctica de estos sanos valores deberían estar apoyados y promovidos por el ambiente cultural y social. Una sociedad asentada en el ocultamiento y la disimulación es una sociedad que se resiste a que sus miembros puedan llegar a ser auto realizadores. Por ello se puede afirmar en pleno acuerdo con A. Maslow que “es buena aquella sociedad que promueve al máximo el desarrollo de los potenciales humanos, el máximo grado de humanidad”. Y, además, que aquellos seres humanos más motivados a la auto realización necesitan, en lo posible, una buena sociedad en la que crecer. 

Es obvio que la sociedad en la que vivimos, en la que vivo, está aún muy lejos de este punto, aunque sirva de consuelo considerar que hay, aún, otras más rezagadas. Las personas en auto realización son aún la excepción. Estamos, por lo común, atrapados en la contradicción indicada antes. Sólo hay que observar de qué modo nos atrapa las modas, el fenómeno de fans de esto y aquello, el cómo nos entregamos a la manipulación mediática y consumista, el cómo de vulnerables estamos ante las corrientes de opinión y lo poco o nada críticos que somos con las manipulaciones, tergiversaciones y traiciones de los genuinos valores humanos. Los valores humanos que decimos compartir y/o defender lo son en el ámbito teórico, pues, de otro modo, no se daría desigualdad conducente a la pobreza y miseria; no se darían condiciones que favorecen las conductas abusivas y de maltrato en cualquiera de sus formas; no se permitiría que regiones del mundo fueran asoladas por guerras, por hambrunas y pobreza; y que sus pobladores se tengan que jugar la vida para aspirar a un porvenir. Tampoco que se les cierre y se construyan muros en la frontera o se los confine de forma hacinada e inhumana en campos de refugiados o campamentos clandestinos de emigrantes. Consentir que esto pueda ocurrir impunemente ya es un conflicto profundo en la humanidad de los integrantes de una sociedad; y los representantes políticos el exponente visible de esa deshumanización. Esto no resiste la más sencilla crítica, pero mayormente se justifica y consiente. Desculpabiliza el acudir a la caridad, sólo eso.

Bajo esta consideración, hay que tener en cuenta que aquellas personas sensibles y auto realizadoras son menos susceptibles a las modas, propagandas, tendencias y corrientes de opinión que la gente común y corriente.

Todos, como integrantes humanos, llegamos al punto en que asumimos o debemos asumir, de modo incuestionable, la responsabilidad de nuestra propia evolución. Hoy en día, evolución, no se entiende desde el punto de vista darwinista. Hay una integración de aquellos logros satisfactorios obtenidos gracias al apoyo mutuo; dado que la humanidad sólo puede evolucionar como una comunidad de mutuo apoyo en casi todos los ámbitos de su actividad y relación vital. Además, evolución, en lo que nos respecta, supone selección (aquí no en sentido natural, sino social y cultural); y por consiguiente elección y decisión. Lo que significa contacto con los valores que nos son propios. Actualmente sabemos que la evolución de las especies no es sólo para la supervivencia de los más fuertes y dotados, sino que sobre todo para quienes sean más adaptables a los cambios, tanto naturales como no, que se imponen con sus condiciones. Un ejemplo de ello es la conducta de ciertas personas con relación al riesgo de contagio del coronavirus, que, por rigidez, no comparten las medidas de cuidado y prevención de la pandemia; se exponen y exponen a los demás.

En tal sentido, el ser humano, tan vulnerable a los cambios medioambientales naturales como a las contingencias derivadas de su interacción social y cultural (conforme a la triple dirección de cualquier impulso vital: afecto, acción y conocimiento). La adaptabilidad es el fenómeno resultante de la unión de creatividad, flexibilidad, espontaneidad y motivación. Estructuras de carácter rígidos bloquean y hacen inoperativa la adaptabilidad humana, entonces la propia vulnerabilidad y el proceso autodefensivo frente al temor, lo convierte en un temible adversario de sí mismo y de sus congéneres; de la propia vida y de la biodiversidad del planeta. La sintomatología ideacional neurótica se expresa creativamente en la consideración actual de innumerables distopías que superan, en mucho, a las utopías y, por supuesto, no aparecen eutopías. Parece un juego de palabras, pero no lo veo así. Gran parte de la producción creativa manifiesta contenidos más o menos manifiestos y latentes de neurosis a través de diversidad de distopías. ¡Consideremos el contenido de la mayoría de las series televisivas de ficción y de creaciones literarias! Un ejemplo de ello es la penetración del término “matrix” en muchos aspectos reflexivos y valorativos, claramente algo distópico.  

Novelas de ficción distopicas
Serie distopica "El cuento de la criada"










Paralelamente a todo esto está la consideración, sea ligada a las distopías o no, de la ciencia. La palabra ciencia procede del término latino “Scientia” que significa “conocimiento” o “saber”. Así, pues, la ciencia se dedica a estudiar, investigar, interpretar y explicar todos aquellos fenómenos naturales, sociales y artificiales que tienen lugar en el mundo y el universo. Dicho esto, en su propósito de estudio verificable, interpretable y explicativo, la ciencia, trata de hallar leyes naturales que aseguren la veracidad; así que los objetivos tradicionales de la ciencia son la predicción y el control. Elementos fundamentales de la validación de los experimentos científicos; dado que así se hace posible la replicación experimental y el convertir una teoría o hipotesis al rango de ley natural. Sin duda esto es acertado en el mundo de la química, física y biología, en las cuales bien podemos afirmar que cumplen con un estricto programa fijado por la naturaleza; pero en los organismos superiores y, en especial, el humano, resulta evidente que no le sirve y que acontece incluso lo contrario. ¿Queremos ser previsibles y predecibles? ¿Controlados y controlables? ¿Sería ley natural científica el que se nos definiera como previsibles, predecibles y controlables? Sería, sin duda una ley coercitiva, no humana, contraria a la libertad, al libre albedrío; pero muy a menudo actuamos conforme a estas restricciones auto aplicables. Estas cuestiones claman nuestra atención y tienen que ver con el sentimiento subjetivo de ser libre en lugar de estar determinado, de escoger por uno mismo en lugar de estar controlado externamente. Puedo afirmar sin margen de error que a los seres humanos psicológicamente sanos no les gusta que les controlen y prefieren sentirse y ser libres.

La concepción clásica de la ciencia es la del investigador científico que controla, dirige y manipula a personas, animales y cosas. Así es el dueño de lo que está estudiando. Se postula como jefe, como autoridad de experto, y así el que se hace cargo y dice a los demás lo que les define y deben hacer. Evidentemente, este conocimiento es inaceptable. En relación con lo humano tiene que darse otro tipo de objetividad, que implique lucidez y permita una percepción precisa de la realidad externa a nosotros, externa al “observador”.  La la respuesta a cuestión es la derivada de la “observación amorosa” que aporta formas de conocimiento inaccesible para quienes no aman; pensemos en el conocimiento que se da entre dos enamorados o entre padres e hijos como ejemplo. Este conocimiento por amor aporta bastantes ventajas consistentes en que autoriza a que la persona amada se abra, se manifieste, abandone las defensas, se desnude psicológica y espiritualmente. Así se permite mostrar en vez de disimularse u ocultarse; pero, por otro lado, a modo de inconveniente a la pretendida objetividad y claridad, también tenemos que el hecho de amar a alguien, si la persona amada nos interesa fuertemente o nos fascina, nos puede hacer caer en la ceguera de lucidez, y debemos estar suficientemente prevenidos puesto que, si se trata de algo problemático, nos puede causar cierto desequilibrio personal como observador. Una propiedad humana es la capacidad de desapegarse, aparece tanto más cuanto más centrada e íntegra es la persona; es decir cuanto más comprometida esté en su auto realización.

Me permito decir que las personas insanas (como menos, neuróticas), en la utilización de la tecnología participan de un efecto secundario que hace que puedan convertirse en más peligrosos, más amenazantes en virtud de los recursos tecnológicos que pueden manejar y más cuanto más manejen aspectos de poder. El malestar causado por las defensas ante las heridas internas y el temor al dolor que el mundo externo puede causar, les aleja de su humanidad, autenticidad, creando dependencia, suspicacia, desconfianza y confusión. Todas estas emociones, unidas al uso de la tecnología existente, nos puede dar una idea del posible potencial dañino que podemos manifestar.


Las heridas o traumas pueden acontecer en todos los estadios de la vida, pero son tanto más graves cuando acontecen en edades muy tempranas o al inicio de la vida, dado que entonces o no hay defensas o estas son muy frágiles e inmaduras. El conjunto defensivo se estructura creando una capa sobre la personalidad, lo que se llama coraza o armadura caracterial; y en la conducta, el propio carácter, Ocurre que se dá una relación inversamente proporcional entre carácter y personalidad. Dicho de otro modo, cuanta más presencia adquiere la estructura caracterial, más disminuye nuestra personalidad, es decir, el contacto con nuestra integridad y humanidad. Cito a Maslow: “…la insatisfacción de las necesidades de seguridad, protección, pertenencia, amor, respeto, autoestima, identidad y auto realización genera males y enfermedades carenciales”. Aquí entran todos los padecimientos que calificamos como neurosis y ciertas psicosis. Dicho esto, se podría proponer que el compromiso de auto realizarse, disiparía tales enfermedades carenciales; pero la realidad es que incluso quienes tienen las necesidades básicas satisfechas y ya son auto realizadoras, con gran contenido motivacional y meta motivacional, con meta motivaciones tales como la verdad, la bondad, la belleza, la justicia, el oren, la ley, la unidad, la fraternidad universal, etc., sufren de privaciones a nivel meta motivacional. Bajo ciertas condiciones esta insatisfacción meta motivacional, o de los valores que representan, también produce condiciones patológicas, que Maslow define como metapatologías generales y específicas; dado que resultan ser igualmente enfermedades carenciales. Mi punto de vista al respecto es la posible pervivencia de traumas compensados y no bien resueltos que logran impregnar el presunto bienestar de la satisfacción de necesidades y dirigir el contenido de las motivaciones y asimismo de las meta motivaciones.

 Imaginemos una persona que ha sufrido privaciones básicas en la tierna infancia, luego decepciones relacionales, sexuales y laborales y está en lucha contra un sentimiento latente de victimismo; entonces esta persona puede sentirse que ha resuelto las necesidades básicas y siente deseos, aspiraciones y medios para atender estados motivacionales y meta motivacionales. Ese dolor de haberse vivido víctima teñirá los campos motivacionales y le conducirá a un estar en alerta frente a causas de presuntas víctimas en diversos ámbitos, a militancias exageradas e incluso con el riesgo de obsesionarse con la temática. Se da una pérdida de objetividad y discernimiento debido a un apego histórico latente. El componente, cuanto mínimo neurótico, sigue vigente en lo profundo de su ser, a modo inconsciente, impregnando con esa temática su identidad, alterando su autenticidad e integridad. Y lo mismo ocurre con otras posibles temáticas.


Desventajas de la manupulación genética
Quienes imaginan e idean el futuro considerando al ser humano como limitado consideran que la tecnología es lo que puede extender sus capacidades y llenar las limitaciones. A pesar de la creatividad y el intelecto que manifiestan, dejan ver lo distantes e incluso disociados que están de las cuestiones humanas. Se les denomina tecnólogos (expertos comprometidos con una concepción de la ciencia que pueden ignorar los valores). El considerar ineficaz y limitado al ser humano les distancia del contacto con su propia humanidad y del contacto con su propio potencial y desarrollo valorativo-motivacional, por mucho que se sientan fascinados con su progreso y evolución. Nos sugiere conflictos personales con sus propias necesidades, motivaciones y meta motivaciones, es decir, como mínimo con sintomatología neurótica. Se da un mecanismo defensivo hacia lo valorativo y se asientan en lo descriptivo como concepción de la ciencia y así la pretenden como algo amoral. La vivencia de su propia humanidad es conflictiva (patología carencial) desarrollando una estructura mental defensiva con la cual abanderan la creencia de que la ciencia y la tecnología es amoral. En la medida en que la aplicación práctica de la tecnología en lo humano no les cause respuesta emocional alguna sugiere la presencia de rasgos psicopáticos.


Desde el punto de vista de la psicología humanista, la neurosis, además de tratarse de un tipo de dolencia, se la ve como un intento de avance, tímido e inseguro; que influenciado por el temor tiende en la búsqueda de un estado saludable y a una condición humana más plena planteándose en el presente y proyectándose al futuro. Es un intento ineficiente de vencer el dolor (psíquico) y restaurar el equilibrio y armonía de la personalidad tratando de obtenerlo sin considerar el efecto defensivo del carácter, por considerar que carácter y personalidad es lo mismo. Ya dije que se da una relación inversamente proporcional, y el neurótico lo considera como relación directamente proporcional. El esfuerzo por superarse intensifica o aviva el conflicto.

Al margen de los problemas de tipo cromosómicos y genéticos, la totalidad de los seres humanos, desde antes del nacimiento, manifiestan una dirección y voluntad activa hacia la salud, con un impulso hacia el crecimiento o la actualización de las potencialidades humanas. Es propio de los seres vivos (el aspecto trino del impulso vital: afectividad, acción y conocimiento), pero se hace consciente entre los humanos. A pesar de ello asistimos a la triste realidad de que aún hay una mayoría que no considera la utilidad de la auto realización; y son limitados quienes lo logran plenamente. Sólo una pequeña fracción de la humanidad alcanzan la realización de la plena humanidad, de la auto realización; incluso como miembros en bienestar de una sociedad relativamente afortunada como la nuestra. Esto resulta ser una gran paradoja. Si hay personas que tienen las necesidades básicas satisfechas y medios para proponerse metas motivacionales ¿por qué no es lo más frecuente?

Nuevamente apreciamos el aspecto interpretativo de nuestra realidad. ¿Qué entendemos por el concepto de normalidad? Desde el punto de vista de la salud desde la acepción descriptiva y por tanto “no-valorativa” se considera que esta normalidad es lo mejor que cabe esperar (lo promedio = normal) y, por consiguiente, debemos estar satisfechos con ella. Así, por todo lo visto, desde esta perspectiva, la normalidad se trata más de un tipo promedio de enfermedad, mutilación o atrofia que compartimos con todos los demás y que, por ello, no advertimos como limitante. En relación con esto nos enfrentamos con el complejo problema de la relación entre “ser y tener”, entre lo que se hace y los valores que acompañan, entre lo que surge de mi libertad y espontaneidad y lo que debo hacer, pensar, etc. Magistralmente considerado en el clásico libro de Erik Fromm “Tener o Ser".

El término neurosis originariamente significaba “alteración o enfermedad de los nervios”, algo plenamente prescindible actualmente, pero que se ha seguido utilizando como designando un estado de desequilibrio de la mente causado por la ansiedad principalmente y que se produce sin que exista ningún daño orgánico. Dentro del campo de la Psicología humanista, sería conveniente sustituir el término “neurosis” por la idea de “disminución humana”. A nosotros nos interesa apuntar hacia la evidencia de la pérdida o la falta de actualización de las capacidades y posibilidades humanas, dentro de una representación de grado y cantidad.

El término “Disminución de la actualización humana” incluye tres vertientes: A) La manifestación de la conducta con todas las categorías clínicas clásicas (Todas las atrofias, mutilaciones e inhibiciones derivadas de la pobreza, la explotación, la mala educación, la esclavitud, etc. B) Los trastornos existenciales y caracterológicos que afectan a los económicamente privilegiados. C) Todas las disminuciones de la propia humanidad resultando de toxicomanías, psicopatías, autoritarismo, criminalidad y otras disminuciones que causan pesar, dolor y sufrimiento. No debe confundirse con la condición de discapacidad física, sensorial o psíquica que apunta a otras condiciones biológicas y existenciales; aunque bajo sus efectos pueda conducir a la creencia de una disminución de la propia humanidad.

Tanto la acepción originaria de neurosis, como el entenderla como desequilibrio debido a la ansiedad o “enfermedad psicológica” pone a la neurosis en el mismo plano que si se tratara de lesiones, infecciones bacterianas, fracturas de huesos, etc. Hoy, aquí, desde el humanismo la consideramos como una alteración espiritual (no es lo mismo que religiosa), una pérdida de significado, el dudar acerca del sentido de la vida, el dolor y la cólera por la pérdida de amor, la pérdida de coraje o de la esperanza, la desesperación ante un incierto futuro, el disgusto por uno mismo, el reconocimiento de que malgastamos la vida, de que disminuye o desaparecen las posibilidades de amor o alegría, entre otras muchas dificultades a la auto realización. Todo ello son pérdidas pasajeras o asentadas que disminuyen nuestro contacto y actualización humana; de aquello que consideramos que hubiera podido ser y que, tal vez, todavía pueda ser.

Los grandes determinantes de esta condición neurótica es el poderoso papel que desempeñan los condicionamientos sociales, económicos, políticos, religiosos, educativos, filosóficos, axiológicos (el valor y significado de las cosas) y familiares. La finalidad de la terapia humanista no es adaptar al individuo al estado de cosas, sino apoyarse a adquirir consciencia de cómo le afectan los grandes determinantes y que, así, surja de sí mismo el cómo conducirse saludablemente con ellos y el poder transformarlos, en la medida de lo posible, en menos opresivos.

Ayudar a alguien a avanzar hacia la plena humanidad pasa inevitablemente por el camino de la toma de consciencia de la propia identidad (entre otras cosas). Una parte muy importante de esta tarea consiste en la toma de consciencia de lo que se es, biológica, temperamental y constitucionalmente, como miembro de la especie; tomar consciencia de las propias facultades, deseos, necesidades; y también de la vocación y compromiso con el propio cometido existencial. Ello nos conduce a la auto realización y con ella accedemos a lo transpersonal cuando aparece lo meta valorativo y surgen las “experiencias cumbre” que nos transforma radicalmente.

Ahora estamos en el punto evolutivo (con el advenimiento de la ciencia relativista y cuántica junto a sus tecnologías) de liberar al ser humano de las cadenas de necesidades básicas, de proyectarlo a lo motivacional y meta motivacional. Facilitarle la obtención de experiencias cumbre y ayudarle a integrarlas en su personalidad en expansión hacia la concepción del humano con “ser cósmico”, como “ser universal” y por ello fundamentalmente energético. En estas últimas décadas han sido descubiertas herramientas muy valiosas en este aspecto, estando a disposición de las personalidades auto realizantes. 







Ernesto Cabeza Salamó






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